Esta es la entrada doble 349 y 350 de este blog. ¡350 semanas casi seguidas escribiendo! Con algunas excepciones, como la pasada, que no alcancé a darme tiempo para escribir.
Sobre lo que les comenté hace dos semanas, todo parece indicar que el niño en cuestión, el que procesaba mentalmente de una manera peculiar, no va a seguir en el proyecto, por lo que no voy a poder conocerlo ni trabajar con él.
Pero sí con muchos otros niños y jóvenes que ya estamos terminando de «diagnosticar». Lo pongo entre comillas porque no considero razonable esperar a saber con total exactitud qué sabe un estudiante con base en lo que contesta en una actividad por escrito, aunque estemos siguiendo paso a paso lo que escribe, creo que ni siquiera aunque nos esté explicando lo que piensa al dar cada paso.
Y así está bien.
Busquemos con los diagnósticos que estamos aplicando en este inicio de cursos darnos una idea general de dónde están parados nuestros alumnos y partamos de un poco más atrás para acompañarlos en su aprendizaje, tratando de diseñar actividades «matemáticamente ricas» que vayan llenando los pequeños huecos de conocimiento/habilidad que pudieron o no salir en el diagnóstico.
Porque no veo cómo puede diagnosticarse TODO lo que un estudiante debe saber para poder aprender lo que queremos enseñarle.
Les comparto que yo he estado intentando hacer, por si les sirve:
Identificar los conocimientos que se supone que el estudiante debe tener según el grado escolar que acaba de terminar, con base en lo que dicen las autoridades educativas y lo que aparece en libros de texto que tengan un buen nivel. Esto nos lleva a una serie de frases o temas sin suficiente detalle sobre qué de ese tema deben saber o a qué profundidad.
Diseñar unos cuantos reactivos por cada tema en los que trate de medir si saben/saben hacer una sola cosa, de manera que una respuesta errónea nos dé suficiente información. Si un mismo reactivo tiene muchas formas en las que puede contestarse erróneamente será más difícil saber el tipo de error que cometieron encaso de no tener la respuesta correcta.
Calificar y capturar por reactivo y por niño, con un código que nos permita detectar errores comunes, cuando sea posible.
Tomar acción una vez analizada la información, confiando en que los niños probablemente sepan más de lo que reflejaron, simplemente no lo tenían fresco porque acababan de llegar de vacaciones, o no se los preguntamos con las palabras que ellos usan normalmente, o necesitaban un planteamiento de la pregunta distinto, o… quién sabe, hay un montón de razones por las que suele ocurrir que las evaluaciones reflejan menos conocimiento/habilidad.
No nos desanimemos, tenemos todo un ciclo escolar por delante para subsanar lo que sea que salga en el diagnóstico para que el tránsito por la materia sea suave y ameno.
Hasta el siguiente miércoles.
Rebeca
PD1: Quiero agradecer a esta página en la que me apoyo constantemente para redactar el blog: pixabay.
