Esta es la entrada 397, de este blog. La escribo la semana que estoy empezando a apoyar a unas lindas niñas con un historial complejo pero muchísimas ganas de salir adelante.
Ayer estuve con ellas jugando prácticamente una hora con las chicas y otra con las grandes con un material didáctico de lo más simple: fichas de colores (6 colores, 100 de cada una). Trabajamos pensamiento lógico matemático armando secuencias de fichas de los 6 colores, repitiéndolas varias veces y, ya que teníamos una cadena larga, mientras casi todas se volteaban para otro lado dos niñas intercambiaban de lugar dos fichas y luego las demás debían identificar cuáles eran las que se habían movido.
Fue muy interesante ver las diferentes estrategias que seguían las niñas para identificar las fichas intercambiadas, según su edad y madurez.
Luego separamos las fichas por colores y, para contarlas, armaron montañitas de 5 las más pequeñas y de 10 las más grandes. No llegamos al punto de que se dieran cuenta de que no necesitaban contar todas, sino que con que contaran una y luego hicieran montañitas del mismo tamaño sería suficiente. Quedará para la siguiente vez que lo hagamos.
Y luego nos pusimos a jugar «adivinanzas»: una niña tomaba 10 fichas y le daba una parte a otra, quien debía adivinar con cuántas se había quedado la primera, contando las que le había dado. Fue una interesante manera de practicar los «complementos a 10».
Las niñas más grandes se emocionaron y subieron el grado de dificultad a 15, luego 20 y algunas llegaron a hacerlo con las 100 fichas de su color. Es lo maravilloso de las actividades de «piso bajo – techo alto», quien se necesita quedar en el grado de dificultad inicial ahí se queda mientras lo domina, y para quien resulta demasiado sencillo puede retarse más con el mismo material.
(Nota importante: me contaron que una niña que que había mostrado rechazo a las matemáticas se emocionó con este juego!!! Me dio tanta alegría!!!).
¿Y a qué viene el título de esta entrada entonces? Pues que hoy voy otra vez y planeo jugar con ellas el «juego de llevar la contraria», que es tan sencillo como esto: si yo digo blanco, los demás dicen negro.
Yo: Blanco, blanco, blanco
Los demás: Negro, negro, negro
Y de ahí se le puede subir poco a poco el grado de dificultad:
Yo: Blanco, negro, blanco
Los demás: Negro, blanco, negro
Luego se cambia de tema:
Yo: Abierto, cerrado, abierto
Los demás: Cerrado, abierto, cerrado
Y luego se combinan temas:
Yo: Abierto, arriba, blanco
Los demás: Cerrado, abajo, negro.
Es un muy buen ejercicio de pensamiento lógico matemático, pues se necesita memorizar las palabras escuchadas en orden y luego expresar los contrarios en el mismo orden.
Una siguiente fase es ponerlas en parejas y que se reten unas a otras. Cuando lo he hecho antes, hay muchas risas: algunos empiezan a usar más de tres palabras o palabras que no tienen un contrario tan evidente y hasta se pone filosófica la cosa (esto fue con universitarios).
Ya les contaré cómo salió con estas niñas.
¡Hasta el próximo miércoles!
PD: Quiero agradecer a esta página en la que me apoyo constantemente para redactar el blog: pixabay.
