Ésta es la entrada 145 de este blog. La dedicaré a una breve reflexión sobre la ejercitación eficiente.
Hace unas semanas les pregunté a mis alumnos por las estrategias que les servían para aprender y muchos mencionaron: practicar.
De acuerdo con eso.
Casi.
Practicar como tal no es suficiente. Es necesario practicar aquello que queremos aprender de una manera que nos lleve a aprenderlo. Si lo hacemos con desgano o mal hecho, no sirve. Tampoco ayuda practicar mucho un tema o tipo de ejercicio, dejando todo lo demás de lado.
De nada sirve dedicar todas las horas de práctica a saltar la cuerda, si al subirnos al ring de box no hemos lanzado ni un sólo golpe, ni siquiera al costal de arena.
¿Cuántos alumnos no nos han dicho al final de un examen: es que no preguntó lo que estudié?
Porque practicaron mucho… pero sólo de lo que les parecía más fácil practicar, no de todo lo que presumiblemente podría ser evaluado. La tentación de hacerlo así es grande, porque se siente que se trabaja «muchísimo». La decepción es aún más grande, porque los resultados no parecen acordes a la cantidad de trabajo invertida, aunque probablemente sí sean acordes a la estrategia usada al practicar, sin una intención de aprender de forma global todo lo que sería evaluado.
Como profesores y papás conviene que estemos conscientes de esta situación y tratemos de que nuestros alumnos e hijos identifiquen esta «trampa» de: «mucho esfuerzo – pobre resultado», para evitar caer en ella.
Ayudémosles a comprender cómo diversificar su esfuerzo para lograr un aprendizaje más completo, más eficiente (ver más sobre aprendizaje eficiente, desde el lado del profesor, aquí).
¡Hasta el siguiente miércoles!
Rebeca
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